Hace unos días presenté un proyecto de ley que modifica el Código Nacional Electoral, e
incorpora una serie delitos relacionados con los actos
electorales, para evitar el fraude durante los comicios.
Lo hice porque creo que en las últimas elecciones reaparecieron
con fuerza, algunas de las prácticas de fraude más denigrantes, tanto a nivel
nacional como en algunas provincias. Estos delitos son de una gravedad extrema,
pues atentan directamente contra el corazón de la democracia, que tanto
esfuerzo nos ha costado retomar en nuestro país: la expresión de la voluntad
popular a través del voto.
El proyecto incorpora
como delitos las conductas de quien presione a los electores a votar
en determinado sentido, o bien, pretenda inducir su
voto a cambio de la entrega de dádivas o promesas de dinero o cargos, o la
prestación de un servicio público.
Estas prácticas no
son novedosas ni tampoco recientes, la historia argentina da muestras
acabadas de que fueron utilizadas en gran cantidad de oportunidades; por ello
creo que nuestra legislación requería aggiornarse sobre este punto, a la par de la
sistematización que otros países de la región han realizado para combatir este
tipo de delitos.
Lo más indignante es
que muchas veces se recurre a
estas prácticas aprovechándose del estado de necesidad de los votantes. Un claro ejemplo de
ello sucedió durante las últimas
elecciones en la provincia de Tucumán, donde la prensa local denunció innumerables situaciones irregulares de entrega de bolsones de
alimentos y otros productos para captar los votos de ciertos sectores de la
ciudadanía
En el proyecto incorporo
una figura agravada para el caso que los intervinientes en algunas de las
acciones delictivas fueran funcionarios o empleados públicos.
Buenos Aires, octubre 18 de
2011.
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